Está instalada en un edificio que parece haber salido de la imaginación del autor de “Memorial del convento”. Revestida a piedra tallada en forma de diamante, esta casa, conocida como Casa dos Bicos, impresiona por su insólita belleza. Allí dentro se encuentra una exposición permanente sobre la vida y obra de José Saramago, que te emocionará. En frente, debajo de una olivera, reposan las cenizas del escritor.
Aunque registrada en la toponimia como Plaza D. Pedro IV, todos la llaman Rossio, nombre por el que también Blimunda y Baltazar, la pareja enamorada de “Memorial do Convento”, la conocían. Fue aquí, al asistir a un auto de fe, donde ambos se vieron por primera vez. Hoy aún se encuentra en Rossio un tributo a quienes fueron allí ejecutados por orden de la Inquisición, pero también el ambiente de una de las plazas más antiguas y emblemáticas de Lisboa.
Es una de las siete colinas de Lisboa, talvez la más encantadora. Si caminas en dirección al castillo, verás toda la ciudad de un tirón. A tus pies, las antiguas casas serpenteando en calles estrechas hablan de otros tiempos. Fue hasta aquí donde Blimunda llevó a Baltazar el día en el que se conocieron y se convirtieron en la pareja romántica del libro “Memorial do Convento”. Ella dejó la puerta de casa entreabierta y fue lo que bastó para que él entrase para siempre en su vida...
Encarado hacia el Tajo, en un abrazo permanente, fue este el puerto del que tantos partieron y llegaron, durante la época de los Descubrimientos. Fue en esta preciosa plaza donde vivió Fray Bartolomeu de Gusmão, el inventor de la máquina voladora, que tenía que llevar a los protagonistas de “Memorial do Convento” hasta Mafra. ¿No te lo crees? En el Lisboa Story Centre, en pleno Terreiro do Paço, encontrarás hoy la réplica de esa máquina voladora y la prueba de que este percursor de la aviación existió de verdad.
Fue la principal iglesia jesuita durante más de 200 años y una de las primeras del mundo, cuya edificación fue ordenada en XVI. En su interior, alberga las obras maestras de la pintura italiana, como los cuadros en mosaico de Mattia Moretti y un conjunto de estatuas en mármol coloreado de rara belleza. Cuenta Saramago, en su “Memorial del convento”, que esta era una de las iglesias a la que Doña Mariana Josefa, reina de Portugal, le gustaba frecuentar, para rezar sus novenas.
Basílica
Diseñada por João Frederico Ludovice, que Saramago cita en su obra “Memorial del convento”, ocupa la parte central del edificio, rodeada por torres de campanas. Construida según el estilo barroco, en su interior encierra, entre otros tesoros, la colección más importante de escultura barroca que existe fuera de Italia, así como un conjunto único de seis órganos encargados por D. Juan VI. Su cimborrio, que mide 65 metros de altura, fue el primero que se construyó en Portugal.
Enfermería
Cuando entras en esta dependencia, donde, en otros tiempos, circularon frailes enfermeros, médicos y sangradores alrededor de enfermos en estado grave, te sientes como si viajaras en el tiempo. De un lado y otro, se alinean pequeños compartimientos con sus camas y modestas cómodas de apoyo. Las camas, giradas hacia la pequeña capilla instalada al fondo de la vasta sala, permitían que los enfermos asistiesen a la celebración de la misa...
Capilla privada del rey
También denominada capilla de San Juan Carpintero, está situada en el torreón norte, donde se concentran los antiguos alojamientos del rey y está toda revestida de piedra portuguesa: calcáreo y lioz, un tipo de calcáreo raro, en tonos de rosa, verde y marfil. Por ironías del destino, estos aposentos nunca serían habitados por D. Juan V, rey que ordenó edificar este suntuoso monumento. La misma ironía que utiliza José Saramago en la narrativa de toda la obra sobre el convento de Mafra.
Cuarto del rey
Tiene en exposición la pieza de mobiliario más valuosa de todo el palacio: una cama cuadrada, una pieza de 2 m x 2 m en estilo Imperio. Este cuarto, que fue habitado por la realeza hasta la muerte de D. Fernando en 1885, pasó a ser utilizado para recibir huéspedes importantes de visita a Mafra.
Sala de los destinos
A través de amplias ventanas encaradas hacia la basílica, era en esta sala donde la realeza asistía a la misa. En el otro lado, existe un balcón, encarado hacia el exterior, donde se encuentra la piedra a la que José Saramago dedicó un capítulo entero de “Memorial del convento” – solo para resaltar el trabajo colosal de los hombres que irguieron este inmenso monumento.
Sala de guarda
Fíjate en el techo, en la figura central de la pintura que lo llena, que es obra de Cirilo Volkmar Machado. Si cruzas la sala en toda su largura, descubrirás que esa figura, que representa el hijo de Helio, dios del Sol, también te sigue con la mirada y gira el cuerpo para continuar siguiéndole. Incluso a Blimunda, mujer del pueblo del libro “Memorial del convento”, cuyos ojos lo veían todo, le fascinaría. Vive la experiencia y asómbrate.
Sala de la bendición
A través de amplias ventanas encaradas hacia la basílica, era en esta sala donde la realeza asistía a la misa. En el otro lado, existe un balcón, encarado hacia el exterior, donde se encuentra la piedra a la que José Saramago dedicó un capítulo entero de “Memorial del convento” – solo para resaltar el trabajo colosal de los hombres que irguieron este inmenso monumento.
Biblioteca
Esta sala en forma de cruz, con 84 metros de largo, alberga, en estanterías estilo rococó, 30.000 volúmenes. El más antiguo es del 1472 y el más reciente data de 1820. Entre ellos se encuentra una colección que constó del índice de la Inquisición, que incluye libros de alquimia, magia negra y ocultismo, entre otras materias oscuras que, sin duda, despertarían la curosidad de Bartolomeu de Gusmão, mencionado en la obra “Memorial del convento”. Su catálogo es un manuscrito que tardó diez años a concluirse. Hoy en día aún recibe lectores.
Creado en 1747 por D. Juan V, tras la construcción del convento de Mafra, esta reserva de caza se extiende por unas 1.200 hectáreas, rodeada por un muro con 21 km de extensión. Actualmente se puede recorrer en tren o en coche eléctrico, hacer tiro al arco, talleres de cetrería, caza, excursiones a pie o en BTT, pasar la noche allí o, quién sabe, soñar con máquinas voladoras.